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Fundación Bancaja presenta la exposición Picasso y el museo

Fundación Bancaja presenta la exposición Picasso y el museo, que podrá visitarse hasta el 28 de febrero de 2016 en el Centro Cultural Bancaja de Valencia. La muestra reúne una selección de más 200 obras entre grabados, óleos y fotografía que reflejan cómo los museos, y las obras maestras expuestas en ellos, fueron una importante fuente de inspiración en la producción de Pablo Picasso. La exposición, organizada por Fundación Bancaja, cuenta con obras procedentes de la colección artística de la Fundación Bancaja, a las que se suman relevantes cesiones del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, del Museo Picasso de Málaga, la Fundación Picasso – Museo Casa Natal. Ayuntamiento de Málaga, y la Fundación Telefónica.

El recorrido por la exposición, comisariada por Javier Molins, crítico de arte y doctor en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia, permite conocer cómo la obra de los grandes maestros de la historia del arte que albergan los museos fue una importante fuente de inspiración a lo largo de toda su carrera. Desde que Pablo Picasso visitó por primera vez el Museo del Prado, con 13 años, y pudo contemplar a Zurbarán, El Greco, Velázquez o Goya, mantuvo toda su vida la contemplación de las obras en los museos como método de aprendizaje y reinterpretación artística.

Esta influencia se muestra a través de ocho bloques temáticos: El Museo del Prado: Velázquez y Goya; El Greco: el entierro del Conde de Orgaz; El Museo del Trocadero y el arte primitivo; El Louvre, Delacroix y Jacqueline; Rembrandt; Degas como espectador; el Museo Ingres en Montauban; y Rafael y La Fornarina. La exposición se completa con la proyección de extractos del documental El misterio Picasso, del cineasta francés Henry-Georges Clouzot, filmado en 1955. La cinta, rodada en el estudio del pintor malagueño, permite conocer la técnica y el modo de trabajar de Picasso pincelada a pincelada, mostrando el nacimiento de una obra de arte.

La propuesta expositiva de Picasso y el Museo cuenta también con un espacio de innovación bajo el título En la mente del artista, una instalación interactiva de reconocimiento del movimiento desarrollada por la ESAT, Escuela Superior de Arte y Tecnología. Este espacio permite a los visitantes participar activamente en la sala de exposición y crear sus propias composiciones con obras del artista, que luego pueden compartir en redes sociales.

Con motivo de la exposición se ha editado un catálogo con la reproducción de algunas obras y textos del comisario. El catálogo está disponible en castellano, valenciano e inglés. Además, los visitantes disponen de un folleto de distribución gratuita con información sobre la muestra y con imágenes de algunas de las obras expuestas.

La vertiente didáctica está también presente a través de talleres gratuitos dirigidos a escolares y familias, personas mayores, personas con discapacidad y personas en riesgo de exclusión social. Toda la información y las reservas sobre estos cuatro talleres se puede consultar en la web de Fundación Bancaja y en el teléfono 695 591 428.

La exposición Picasso y el museo permanecerá en el Centro Cultural Bancaja hasta el 28 de febrero de 2016. El horario de visita es de lunes a sábado, de 10 a 14 y de 17 a 21 horas, y los domingos de 10 a 14 horas.

Picasso y el museo

 

La conservadora de arte contemporáneo del Museo del Louvre, Marie-Laure Bernadac, afirma que “la obra entera de Picasso, del periodo azul a la últimas telas de Aviñón, se afirma como una relectura de la historia del arte, un diálogo constructivo con algunos pintores favoritos que forman su panteón artístico, una verdadera pintura de la pintura”.

Pablo Picasso visitó por primera vez el Museo del Prado con 13 años y pudo contemplar la obra de los grandes maestros españoles como Zurbarán, El Greco, Velázquez o Goya, entre muchos otros, unas imágenes que le acompañaron a lo largo de toda su vida y que influyeron claramente en su obra. En su época de formación llegó a pasar ocho horas al día en el Prado copiando a los grandes maestros. Una de las obras que más fascinó a Picasso fue Las Meninas de Velázquez, un cuadro del que en 1957 llegó a realizar 44 versiones diferentes. En el caso de El Greco, Picasso vio por primera vez con 17 años un cuadro que supuso todo un descubrimiento para él. En 1897, visitó Toledo junto con los compañeros de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y allí contempló en la Iglesia de Santo Tomé El entierro del conde de Orgaz, una obra sobre la que trabajó en distintas ocasiones a lo largo de toda su carrera artística.

Al instalarse en París, visitó con frecuencia museos como el Louvre, en el que descubrió, además de los grandes maestros, la escultura ibera. Françoise Gilot narra en sus memorias una visita de Picasso al Louvre en 1947 invitado por su director y en la que, con motivo de una donación de diez obras suyas, pudo confrontarlas con las de sus admirados Zurbarán, Delacroix y Courbet. Una de estas obras de Delacroix, Las mujeres de Argel, fue objeto en 1955 de la realización de 14 versiones por parte de Picasso.

También fue en el Louvre donde Picasso pudo contemplar la Olympia de Manet confrontada a la Gran Odalisca de Ingres. Precisamente, Ingres fue otro de los grandes maestros que suscitó una mayor atención por parte de Picasso. Hay documentadas tres visitas a su museo en la localidad francesa de Montauban, donde pudo contemplar bocetos de su obra El baño turco, al que dedicó toda una serie de grabados.

Otro museo parisino que ejerció una gran influencia en su obra fue el del Trocadero, donde acudió en 1906 por recomendación de su amigo el artista André Derain y donde conoció el arte primitivo, una iconografía que plasmaría en su cuadro Las señoritas de Aviñón, inicio de su periodo cubista. Esta exposición incluye uno de los cuadernos de bocetos que dio origen a esta obra maestra de la Historia del Arte.

Rembrandt y Degas fueron otros dos grandes maestros a los que admiró Picasso y que reflejó en su obra. El pintor holandés apareció por primera vez en la obra de Picasso en 1934 en la Suite Vollard y desde entonces fue una constante, hasta el punto de que llegó a firmar uno de sus famosos mosqueteros con el nombre de Domenico Theotocopoulos van Rijn da Silva, en referencia a ese trio de artistas compuesto por El Greco, Rembrandt y Velázquez. En cuanto a Degas, Picasso lo retrata en 39 grabados de la Suite 156.

Picasso también sintió una gran admiración por Rafael, pero decidió acercarse a él a través de la figura de Ingres y, para ello, tomó como motivo sus amores con la Fornarina, a los que Picasso dedicaría 25 grabados de la Suite 347. Un trabajo que se complementó con los poemas que sobre este tema realizó su gran amigo Rafael Alberti.

Todo este universo se ve reflejado en esta exposición que cuenta con importantes préstamos de instituciones tan prestigiosas como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo Picasso de Málaga, la Fundación Telefónica o la Fundación Picasso – Museo Casa Natal, que confrontan sus obras junto a los importantes fondos de Picasso con los que cuenta la Fundación Bancaja.

 

 

El Museo del Prado: Velázquez y Goya

Picasso vivió en una época caracterizada por el aumento de medios para la reproducción de obras de arte (revistas, postales o libros) y por las facilidades para poder viajar de una ciudad a otra, un hecho que produjo un aumento destacable de su memoria visual en comparación con otras artistas anteriores a su tiempo. El Museo del Prado abrió por primera vez en noviembre de 1819 y, desde la primera visita de Picasso al museo, su contenido influyó permanentemente en su trabajo. Los dos pintores con mayor representación en El Prado, Velázquez y Goya, con 50 y 140 obras respectivamente, marcaron fuertemente su trayectoria artística.

Instalado ya en París, en 1936 nombran a Pablo Picasso director del Museo del Prado, lo que supone un acercamiento en profundidad al contenido de la pinacoteca. Es la época en la que crea Guernica (1937), en el que se observan influencias de varios artistas, entre ellos Goya. En la exposición se incluyen piezas que manifiestan la importancia de Goya en la obra de Picasso, como los grabados Pensando en Goya: mujeres en la cárcel y Jacqueline como Maja desnuda, con la Celestina y dos mosqueteros, ambos de 1968.

 

El Greco: el entierro del Conde de Orgaz

El inicio de Picasso en el mundo de la pintura coincide en el tiempo con la rehabilitación de la figura de El Greco. Picasso entra por primera vez en contacto con la obra del pintor griego en su primera visita al Prado en 1895, pero es en su periodo de formación en la Academia de Bellas Artes de SAan Fernando (1897-1898) cuando centra su atención en él. La admiración por El Greco alcanza su máxima expresión con la visita que realiza con la Academia de la Iglesia de Santo Tomé de Toledo para contemplar una obra que le marcaría para siempre, El entierro del Conde de Orgaz. Desde que en 1899 aparece el primer retrato serio de El Greco en la obra de Picasso, hay muchas otras obras en las que se reconoce su influencia: El entierro de Casagemans (1901), Las Señoritas de Aviñón (1907) y barios grabados de la Suite 347, como por ejemplo El entierro del Conde de Orgaz, según Picasso (1968), que se puede ver en esta exposición.

 

El Museo del Trocadero y el arte primitivo

El primer contacto de Picasso con el arte primitivo fue de la mano del más próximo a su origen español, el arte ibero, con una exposición en el Louvre en 1906 que mostraba piezas de los yacimientos de Osuna (Sevilla) y el Cerro de los Santos (Albacete). Junto al arte ibero, Picasso bebió también del arte africano, con el que entró en contacto a través de su amigo y artista André Derain y en el que profundizó en sus visitas al Museo de Etrnología de Trocadero. Esta tendencia influyó fuertemente en una de sus grandes obras, Las señoritas de Aviñón, como se puede apreciar en algunos de los documentos de trabajo que Picasso utilizó para gestar esta obra. Esta exposición incluye uno de ellos, el Cuaderno número 7, en el que los bocetos de algunas de las mujeres que aparecen posteriormente en el cuadro ya presentan rostros esquemáticos marcados por el arte ibero y africano.

Esta corriente también llegó a la cerámica, como se aprecia en una de las creaciones de Picasso en este terreno, Rostro de máscara cuadrada de relieve (1956), que se incluye en la exposición.

 

El Louvre, Delacroix y Jacqueline

El Louvre es otro de los grandes museos que sirvió a Picasso como fuente de inspiración. Hay muchas piezas del artista malagueño en las que se puede observar esa influencia, como Fauno descubriendo mujer (1936), de la Suite Vollard. Su admiración por el museo le llevó a donar diez de sus obras, un hecho por que el recibió la invitación de los museos nacionales franceses, Georiges Salles, a visitar el museo de manera privada. Entre los muchos artistas que Picasso descubre y analiza en el Louvre, Delacroix es uno de los más importantes y, en concreto, su obra Las mujeres de Argel. Entre el 13 de diciembre de 1954 y el 14 de febrero de 1955, Picasso realizó quince pinturas y multitud de dibujos basados en esta obra. El interés por esta obra de Delacroix se debe a diferentes motivos: por un lado los acontecimientos históricos del momento marcados por la insurrección de Argelia, por otro el fallecimiento reciente de su amigo Matisse y, por último, el parecido físico que presenta la mujer de la derecha de la obra de Delacroix con su mujer Jacqueline Roque.

A las versiones sobre este cuadro siguieron una serie de retratos de Jacqueline vestida con ropajes árabes. Picasso llegó a hacer más de 70 retratos de ella, como se puede apreciar en los seis linograbados de 1962 presentes en esta muestra en los que se puede ver a Jacqueline con sombrero de paja, con los cabellos lisos, con cinta, con sombrero negro, de frente o en un retrato estilizado.

Con motivo del 90 cumpleaños de Picasso, el Louvre rindió un homenaje a Picasso al presentar ocho de sus obras junto a las de los grandes maestros que le inspiraron a lo largo de su vida. Una muestra que contó con un enorme éxito de público.

 

Rembrandt

Rembrandt es otro de los artistas que obsesionó a Picasso. La presencia del pintor holandés aparece por primera vez en la Suite Vollard y, a partir de este momento, se convierte en una constante en su obra, como es el caso de El Greco y Velázquez. De hecho, el reverso de su obra Mosquetero (1967) está firmado como ‘Domenico Theotocopulos van Rijn da Silva’, haciendo clara alusión a la influencia de estos artistas.

El diálogo con Rembrandt tiene su culminación en la última etapa de la vida de Picasso, cuando aparece en 1966 la figura de los denominados caballeros del Siglo de Oro, que tanto pueden considerarse españoles como holandeses, vestidos con capa, sombrero de ala ancha, con barba y bigotes y, en ocasiones, fumando en pipa, como podemos ver en una de las obras presentes en esta exposición. Esta muestra también contiene otros buenos ejemplos de la presencia de Rembrandt en la obra de Picasso: Cabeza con mosquetero con pipa y Figuras al estilo Rembrandt, ambas de 1967. Junto a esto, Picasso también plasmó al artista holandés en 21 grabados de la Suite 347 y en otros siete en la Suite 156.

 

Degas como espectador

Edgar Degas es otra de las constantes en la obra de Picasso y, más concretamente, en su obra gráfica. Una de esas primeras referencias aparece en la obra La planchadora (1901), en la que se hace eco de la figura de la mujer trabajadora, del mismo modo que Degas, quien prestó mucha atención al trabajo femenino.

Degas también destacó por su afición a retratar los burdeles que solía frecuentar y en los que estudiaba el cuerpo de la mujer. De hecho, Picasso compró en 1958 once monotipos de Degas en los que abordaba este tema. Esta afición de Degas por observar el cuerpo femenino hizo que Picasso lo convirtiera en un ‘voyeur’ en los más de 50 grabados que le dedicó en la Suite 156. En estos grabados, además, se concentran otras referencias, ya que se pueden encontrar mujeres extraídas del Baño Turco de Ingres, la Olympia de Manet, bañistas de Cézanne o figuras clásicas romanas, como algunos ejemplos.

 

El Museo Ingres en Montauban

De los maestros franceses, destaca Jean-Auguste-Dominique Ingres como uno de los que más marcó la obra de Picasso. Concretamente, la obra El baño turco (1862) fue una de las que mayor fascinación ejerció sobre Picasso y aparece reiteradamente en muchas de sus creaciones. En esta exposición se pueden contemplar varios grabados relacionados con la obra. Lo que captó la atención de Picasso fue la sensualidad de la obra. Aunque la descubrió en el Louvre, fue en sus visitas al museo monográfico del artista en Montauban donde pude profundizar en ella y bucear en sus raíces.

Hay más aspectos que Ingres y Picasso tenían en común: ambos estudiaron la obra de los grandes maestros de la pintura que les precedieron y ambos sintieron una gran atracción hacia el mundo del erotismo, que plasmaron ampliamente en su obra. Otra de las pasiones que compartieron fue su admiración por el pintor Rafael y, en especial, sus amores con la Fornarina. Ingres llegó a coleccionar piezas del relicario personal del artista italiano.

 

Rafael y la Fornarina

Picasso conoció por primera vez la obra de Rafael en el Museo del Prado, que posee seis obras del artista. Más tarde, profundizó en ella en el Louvre, que custodia otras seis obras de Rafael. El fotógrafo Roberto Otero cuenta que el tema de los amores de Rafael con su amante la Fornarina surgió durante las tertulias que Picasso mantuvo con el poeta Rafael Alberti en su casa de Mougins en la última etapa de su vida. La historia inspiró a los dos: Picasso concibió 25 grabados sobre el tema incluidos en la Suite 347 y Alberti compuso cinco poemas.

Picasso retrata a Rafael a través de la obra de Ingres, quien había abordado a Rafael en muchas de sus obras. El pintor malagueño parte de estas obras de Ingres, pero realiza una aproximación burlona sobre el tema, con escenas sexuales explícitas, pero tratadas desde un punto de vista cómico y con la figura del voyeur.

Exposición Picasso y el museo
Rafael Alcón, presidente de Fundación Bancaja, y Javier Molins, comisario de la exposición

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