Fundación Bancaja presenta la exposición Sean Scully + Liliane Tomasko, una nueva propuesta que retoma el curso expositivo en el Centro Cultural Bancaja tras el verano y que se podrá visitar hasta el próximo 15 de enero. La muestra, comisariada por Javier Molins, crítico de arte y doctor en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia, tiene como protagonistas a los pintores abstractos internacionales Sean Scully y Liliane Tomasko y está integrada por una selección de más de 60 obras, en su mayoría lienzos, que proceden de la colección de la Fundación Bancaja, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), el IVAM y la colección privada de los artistas, con obras que rara vez se han expuesto.
Es la primera exposición en España que realiza una retrospectiva tan amplia de la obra de Sean Scully, desde los años 70 hasta la actualidad, recorriendo más de cinco décadas de producción. Además, se trata también de la primera muestra que confronta en el mismo espacio la obra de Scully con la de Liliane Tomasko, dos artistas que comparten también sus vidas. Este encuentro permitirá ver en el mismo espacio el trabajo de esta pareja de artistas que tienen como nexo común su inspiración en la contemplación de la realidad, aunque cada uno la plasma según su propio estilo.
Con motivo de la muestra se ha editado un catálogo que recoge imágenes de las obras que forman parte de la exposición y textos del comisario, Javier Molins, analizando sus influencias y sus procesos de creación artística.
Sean Scully (Dublín, 1945) es un pintor irlandés afincado en Nueva York desde hace más de veinte años que destaca por sus composiciones de líneas horizontales y verticales en las que el color tiene un gran protagonismo y en las que consigue una gran armonía entre las formas y los colores. Su trabajo mantiene un perfecto equilibrio entre la energía gestual del expresionismo abstracto y la rigurosa disciplina del minimalismo norteamericano. Scully cuenta con obra permanente en instituciones tan prestigiosas como el Metropolitan, el MOMA, el Guggenheim de Nueva York, la National Gallery de Washington, el Art Institute de Chicago, el Centro Pompidou de París, el K20 de Düsseldorf o el Albertina de Viena.
Liliane Tomasko (Zurich, 1967) centra su obra en la observación de la realidad y, en concreto, en la esfera de la vida privada y cotidiana. Tomasko fotografía esos objetos y luego los traslada a la pintura en una serie de obras que buscan la tercera dimensión y, en los últimos años, tienden a la abstracción. La obra de Liliane Tomasko ha sido objeto recientemente de exposiciones en museos y galerías como el Lowe Art Museum de Miami, el Phoenix Art Museum, el Garrison Arts Center de Nueva York, la galería Timothy Taylor de Londres o la Kunsthalle de Rostock.
Sean Scully, cuando la pintura surge de la realidad
Sean Scully (Dublín, 1945) tuvo una infancia dura y precaria. Se trasladó con su familia a Londres cuando era solo un niño y a lo largo de varias generaciones forjó un fuerte sentido de la moralidad. Su abuelo fue condenado a muerte por desertar del ejército británico y su padre también desertó durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que tuvo que ir a una prisión militar. Scully consiguió superar la precaria situación económica de su juventud con mucho esfuerzo, estudiando en la escuela nocturna y, más tarde, en la Croydon School of Art.
Con 17 años, cuando trabajaba en el hotel Victoria Palace, iba casi todos los días a la National Gallery a contemplar la famosa silla que Vincent Van Gogh pintó en 1888. Una vieja silla en cuyo asiento realizado con esparto ya aparecen esas líneas que luego serían tan características de la obra de Scully. En 1969 realizó un viaje a Marruecos que cambió su vida y la forma de concebir su obra. Tras este viaje, Scully vuelve a Gran Bretaña y se matricula en Bellas Artes en la Newcastle University. Pinta sus primeras obras en las que intenta plasmar todo ese mundo de las geometrías de las telas marroquís. Y es que su obra guarda un paralelismo con la repetición de la ornamentación islámica. En esta época crea obras como Bridge (1970), Grey Zig Zag (1970) o Red Light (1971), en las que realiza unas líneas geométricas conseguidas mediante la ayuda de tiras adhesivas y que, dada su perfección, se acercarían más al denominado arte cinético.
La asociación de la obra de Scully con la realidad es algo que puede apreciarse en los títulos que da a las obras. El propio artista explica que «como habrán deducido por el modo como hablo de los títulos de mis pinturas, en cierto sentido todas son figurativas. No estás concebidas para ser remotas, sino para reflejar un sentimiento o una sensación muy particular. Sin embargo, insisto en utilizar el vocabulario abstracto. La tarea que me he impuesto a mí mismo es volver a reconectar la abstracción con el público, sacarla de su aislamiento y conseguir que el espectador experimente una sensación directa relativa al mundo real al contemplar la pintura abstracta».
En 1973, Scully realiza su primera exposición individual en la Rowan Gallery de Londres. La muestra es todo un éxito y vende todas sus obras. Decide trasladarse en 1975 a Nueva York y en 1977 realiza su primera exposición individual en la Duffy-Gibbs Gallery, y un año después comienza a impartir clases en la universidad de Princeton. Es en esta época cuando realiza algunas obras que podemos ver en esta exposición como Overlay #4 (1974), Horizontals: 3×4- Series, Cream Grey, #1-8″ (1977) o Black on Black (1979). Todas ellas se enmarcan dentro del minimalismo, movimiento representado por artistas como Robert Ryman, con quien Scully entabló una buena amistad durante esa época. La obra Black on Black ya marca claramente la importancia que cobrará el negro en la obra de Scully, el color que quizás esté más presente en su pinturas y que tanto protagonismo tendrá en la serie conocida con el título de Doric.
El viaje a México que realiza en 1980 supone una ruptura con el minimalismo que había practicado hasta el momento. Allí empieza a pintar del natural y utiliza por primera vez de una forma profusa la acuarela. Deja de trabajar con cintas adhesivas en 1981 para pasar a realizar las líneas a mano alzada en obras tan importantes como Araby (1981) o Backs and Fronts (1981), cuyas formas irregulares se asemejan a torreones medievales como los que se pueden encontrar en ciudades como San Giminiagno o incluso el más moderno «skyline» de Nueva York. Este cuadro supone todo un manifiesto del nuevo estilo que ha adoptado. También es en este año cuando aparecen por primera vez las obras en relieve, unas piezas en las que busca la tercera dimensión, como en Solomon (1981). Scully busca en estas obras combinar la tradición de lo sublime con la de los objetos, con la fisicidad y, además de la previsión y la planificación, también entra en juego la improvisación.
Scully vuelve a Marruecos en 1992 y en 1996, experiencias que marcan obras como Tin Mal (1997), Ukbar (1994) o Planes of light (1999), presentes en esta exposición. Encuentra en muchas ocasiones la inspiración en los viajes que realiza, bien sean estos reales o literarios, pero también plasma en su obras sus conflictos internos. Este es el caso de otras de las obras presentes en esta exposición: Vita Duplex (1993) y Wall of Light. Aran (2002), perteneciente a la colección del Museo Reina Sofía de Madrid.
En la parte final del recorrido encontramos dos pinturas recientes pertenecientes a la serie Landline. Estas obras presentan solo franjas horizontales en las que Scully plasma otra constante en su trabajo: las líneas del horizonte. Aquí fija su atención sobre la naturaleza, que es la que inspira esta serie de pinturas de franjas horizontales. Estas obras evocan desde las aguas del mar Mediterráneo o de los canales de Venecia hasta las verdes praderas de Irlanda.
Scully limita su repertorio formal a franjas verticales y horizontales principalmente y asombra la amplia variedad que obtiene a través de la combinación de los colores y las formas, con lo que consigue un estilo claramente reconocible y que va dirigido a un público global, pues son obras apreciadas tanto en Occidente como en China, país en el que ha realizado diversas exposiciones en los museos más prestigiosos. Y es que Scully utiliza un lenguaje universal, el de la abstracción, que emana de sentimientos universales. Dos ejemplos de ello lo constituyen las dos obras finales de la exposición: Oisin in red (2012), un cuadro dedicado a su hijo Oisin (nacido en 2009) y en el que predominan los tonos rosas, un color que Scully utiliza cuando quiere expresar ternura; y Liliane (2010), que está dedicada a su mujer, la también artista Liliane Tomasko, la otra protagonista de esta exposición.
Liliane Tomasko, la pintora del recuerdo
Liliane Tomasko nació en Zurich en 1967 en el seno de una familia de emigrantes húngaros que habían huido de su país en 1956, por lo que comparte con Sean Scully el hecho de que ambos son hijos de la inmigración. Liliane siempre quiso ser artista, pero tardó en ingresar en una escuela de arte. Su primer interés artístico se centró en la fotografía, llegando a montar un cuarto oscuro de revelado en su casa. Con 17 años comienza a trabajar como asistente en la galería de arte Jamileh Weber de Zurich, mientras obtiene la licenciatura en Administración de Empresas, pero su interés por el arte, que se traslada a otras disciplinas además de la fotografía, le lleva a solicitar su ingreso en el London Institute for Photography y también en un curso en el Camberwell College. En 1992 comienza una licenciatura en Escultura en el Chelsea College of Art and Design de Londres.
Una vez obtenida la licenciatura, prolonga sus estudios a través de un Master de Escultura en la Royal Academy School de Londres, donde coincide con Sean Scully como profesor y con quien entabla una buena amistad. En esta época demuestra un gran interés por la obra de artistas abstractos de principios de siglo como Malevich, Mondrian o Paul Klee, y por el minimalismo, en especial por la obra pictórica y escrita de Agnes Martin. Asimismo, durante unos viajes por Alemania entra en contacto con la obra de Imi Knoebel y Blinky Palermo. A partir de 1995 comienza a desarrollar su carrera artística de forma más constante y opta en un primer momento por centrarse en su faceta escultórica. Desmonta muebles y vuelve a montarlos intercambiando elementos y superficies y creando con ello unas formas abstractas.
Liliane comienza una relación con Scully en 1998, por lo que se traslada a Nueva York, donde comienza a trabajar sobre pintura. Ella comparte con Sean Scully esa observación de la realidad, si bien, en su caso, se ciñe más a la esfera privada, a la vida cotidiana, a esa serie de objetos que nos rodean en nuestro día a día. Tomasko tiene una forma de trabajar muy especial, una depurada técnica que la convierte en lo que ella misma denomina una «slow developer», que vendría a traducirse como una persona que desarrolla su habilidad de forma pausada. Tomasko comienza a tomar fotografías con una cámara polaroid de su entorno más cercano, como son camas, cojines, colchones, cortinas o rincones de la casa, pero la artista no se limita a fotografiar lo que ve, sino que interviene en esta esfera. La propia artista apila toallas, mantas o cojines conformando una especie de esculturas – que ella denomina “soft sculptures” – que fotografía y que luego traslada a la pintura. Por lo tanto, en el proceso intervienen tres disciplinas artísticas. Las distintas líneas de trabajo con las que comenzó su trayectoria confluyen en una única forma de trabajar. La Liliane escultora conforma esas formas de curvas de las toallas o sábanas en una especie de “ready made”, la Liliane fotógrafa las captura con su polaroid y la Liliane pintora las traslada al lienzo.
Liliane Tomasko utiliza la cámara fotográfica para captar una realidad que luego reinterpreta y que plasma en un lienzo en unas obras figurativas, en un primer momento, para llegar a la abstracción en las obras más recientes. Utiliza a su favor algunas de las características más propias de la fotografía como es la captación del detalle, del fragmento, de esos instantes fugaces que la fotografía pretende hacer eternos. Muchas de sus obras son detalles de objetos de la vida cotidiana que, en algunos casos, cuesta reconocer.
Su trabajo también se centra en el espacio físico entre las cosas, en el volumen de los objetos, en la búsqueda de la tridimensionalidad que encontraba en sus primeras esculturas. A partir de 2014 la línea cobra más importancia en su obra y sigue una tendencia hacia despojar a la pintura de toda figuración para aproximarse a la abstracción, con formas curvas y colores vibrantes, como se puede ver en las obras Untitled (2014), Eleuthera Beds Rebooted (2015) o Things That Fall Softly (and Cold) (2015), incluidas en esta exposición.
Esta muestra también incluye dos importantes novedades en la producción de Liliane Tomasko. Por un lado, el suelo de la sala acoge una escultura horizontal formada por varias planchas onduladas cubiertas con una lona de pintor. La importancia de esta obra (realizada ex profeso para esta exposición) reside en que en ella consigue definitivamente la tridimensionalidad que apuntaban muchas de sus pinturas. Es como si una de esas camas con sus sábanas hubiera salido del cuadro para acabar en el suelo de la galería.
Por otra parte, una habitación diseñada especialmente para la exposición acoge un interesante vídeo en el que vemos cómo se conforma una de esas esculturas realizada con telas dobladas y apiladas unas encimas de otras. Unos pliegues que luego aparecen en innumerables obras que pueden verse en la exposición. Este vídeo va acompañado de seis pequeñas pinturas recientes realizadas sobre papel en las que podemos ver esas líneas y formas abstractas de gran colorido de los cuadros más grandes. Y es que los dibujos, y estas obras pueden considerarse como tales, constituyen el pensamiento visual del artista, el primer impulso que le viene a la mente y que plasma de forma inmediata sobre un papel. Por lo tanto, esta pequeña habitación supone todo un viaje a las entrañas del proceso creativo de la artista.