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Perfil, 1982
Ficha técnica
La obra presenta una cabeza de perfil, mirando hacia la derecha, con una ligera inclinación hacia arriba para transmitir la sensación de que el sujeto está prestando atención a algo o a alguien. La franja de pálida tez que queda a la derecha, una mancha espesa de óleo que obvia las facciones de la cara, contrasta con el fondo oscuro y el pelo de la figura. La mayor parte de la superficie pictórica corresponde al cabello, que podría estar recubierto por algún tipo de malla o tocado sin determinar y que recibe un tratamiento de grafismo casi caligráfico, muy gestual, que sugiere un rizo apretado del cabello. La composición remite a la pintura italiana del Renacimiento y, aunque recuerda a alguno de los retratos del ferrarense Borso d’Este, no presenta el mismo perfil de nariz aguileña. El gesto de atención del personaje parece indicar que probablemente proceda de un fragmento de una escena narrativa que Valdés, como es habitual en su trabajo, descontextualiza y trata como un estudio, y que proyecta a
grandes dimensiones; en este caso utiliza además un formato ligeramente horizontal, poco habitual para el retrato.
El cuadro es un ejemplo paradigmático de la producción de Valdés en un momento en el cual comenzaba a perfilarse su estilo característico, absolutamente personal, que le permitiría a la postre distanciarse
decididamente de cualquier relación estilística con el Equipo Crónica. Las primeras arpilleras con temas procedentes de la pintura clásica, realizadas a mediados de los años ochenta, presentaban una pintura más diluida, aplicada en grandes manchas planas y con una textura mate que aportaba visibilidad a las rugosidades de las telas cosidas. Hacia finales de esa década, el óleo, mezclado por el propio artista, comenzó a volverse más denso y grumoso, con un aspecto matérico y una textura que facilitaba su aplicación con grandes gestos sobre unas telas que, a su vez, comenzaban a mostrar más irregularidades, jirones y superposiciones. Como puede apreciarse en el presente cuadro, de este modo la obra adquiere finalmente una presencia más corpórea, mientras se reviste además de una gran riqueza de texturas.
Esta es probablemente la primera cita pictórica de Valdés referida al Renacimiento italiano. Pero es además la primera obra que presenta una cabeza, sacada de contexto y tratada como un detalle, con estas grandes dimensiones. En los años siguientes, los retratos o las cabezas de grandes formatos, que ocupan toda la superficie de la tela, se convertirían en una constante en el trabajo de Valdés.