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Ficha técnica

Título
Sólheimajökull
Año
1997
Autor
Hütte / Axel
Medidas
236 × 186 × 5 cm
Material
Fotografía color sobre madera
Serie
Siglo XX: arte contemporáneo internacional

Dentro de la llamada escuela de Düsseldorf de fotografía, Axel Hütte, que hoy vive entre Berlín y la ciudad donde estudió con los legendarios Bernd y Hilla Becher, representa el ángulo más romántico, por oposición a la frialdad dominante en sus condiscípulos Candida Höfer, Andreas Gursky, Thomas Ruff y Thomas Struth. (El caso de Günther Förg ya hemos explicado que es aparte). Y también el ángulo más diferenciado: poco es hoy lo que lo une a los demás, aunque fue asistente de Bernd Becher y aunque hoy comparta estudio con Gursky y Struth. Dicho esto, hay que precisar que, en el mundo germánico, el romanticismo —véase el caso del gran y maravilloso Caspar David Friedrich, tantas veces citado por los críticos a propósito del fotógrafo que nos ocupa— puede ser compatible con la frialdad.

Mientras otros de sus compañeros de grupo se decantaron por lo más cercano, privilegiando el mundo urbano y el de la industria y siguiendo en ese sentido la senda becheriana, Hütte, en cambio, tiene relativamente pocas obras inspiradas en la ciudad. Son notables, sin duda, sus visiones de los suburbios londinenses, de la Ponta della Dogana y otros espacios venecianos, de las noches de la banlieue parisiense o de una Viena teatral y fantasmagórica. Pero él ha sido sobre todo un paciente observador de la naturaleza, alguien que ha buscado preferentemente espacios vírgenes, y frecuentemente extraeuropeos, en pos de lo que en conversación con Santiago B. Olmo definía como «el encuadre más sublime». Así lo hemos visto contemplar ríos en Australia o Costa Rica o Brasil oVenezuela o Sudáfrica, unas palmeras reflejándose en otro en Hawái, cuevas en México, montañas en Noruega o Ecuador o Nuevo México, el desierto de Atacama en Chile, El Calafate o el Perito Moreno en la Patagonia argentina, Islandia, Alaska y así sucesivamente… Nada tiene de extraño, en ese sentido, que su individual de 2004 en el Palacio de Velázquez —en cuyo catálogo escriben la comisaria de la
exposición, Rosa Olivares, y ese escritor viajero y amante del paisaje que es Julio Llamazares— llevara un título en latín, «Terra incognita», una denominación con sabor a la tradición de los viejos exploradores y científicos como, por ejemplo, su compatriota el gran Alexander von Humboldt. En ella estaban representadas todas las facetas de su trabajo, incluido el retrato. Por el lado de la naturaleza había, entre otras cosas, una fantástica vista del desierto almeriense a la altura de Tabernas, el pico Veleta en esa provincia, la niebla en Yuste, visiones de la Toscana y de Portugal y de Suiza y, sobre todo, despojadas visiones costarricenses, venezolanas, australianas, islandesas, brasileñas, surafricanas, hawaianas… Su segunda y por el momento última exposición individual institucional en España, celebrada en 2008 en la Fundación Telefónica, en Madrid, se tituló «En tierras extrañas», y estuvo planteada como un viaje exótico y esencial, y con una bellísima inmersión en el Tajo a su paso por Aranjuez —una de las imágenes pertenece a la colección del Reina Sofía— y una mirada a las cumbres de Gran Canaria, Lanzarote (a cuya Fundación César Manrique había viajado la citada muestra del Palacio de Velázquez), La Gomera y La Palma. El catálogo de la exposición de Telefónica, además de un lúcido texto crítico de Miguel Fernández-Cid, incluye una suerte de canto coral al Nuevo Mundo: fragmentos de una carta de Cristóbal Colón; de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, de Bartolomé de las Casas; de los Naufragios, de Alvar Núñez Cabeza de Vaca; de El siglo de las luces, de Alejo Carpentier; de Orellana descubre el Amazonas, de George Millar; de Un episodio en la vida del pintor viajero, de César Aira; de El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, y de Confieso que he vivido, de Neruda.

Lejos de las selvas y de los ríos tropicales, el díptico fotográfico que nos ocupa está tomado en el Sólheimajökull, un importante glaciar islandés. La atmósfera que reina en él recuerda algunos cuadros del citado Friedrich. Viniéndonos para el siglo XX, estamos cerca de las composiciones binarias, límite, radicales, de Rothko, un faro, a la vista está, para casi todos los artistas europeos de los que posee obra la Fundación Bancaja. De Friedrich a Rothko. No olvidemos nunca ese subtítulo que le puso el historiador del arte norteamericano Robert Rosenblum a su canónico libro sobre la tradición romántica del norte en pintura.

El díptico que nos ocupa pasó por las manos de Mário Sequeira, activísimo galerista portugués, de quien Bancaja también ha adquirido varias piezas de Julian Opie. Sequeira es el segundo galerista de la península ibérica en haberse ocupado de la obra del alemán; la primera fue Helga de Alvear.

Hay que mencionar, por último, que en 2017 Axel Hütte estuvo en València con motivo del Día Internacional de los Museos, invitado por la Fundación Bancaja, en cuya sede protagonizó un acto público en forma de diálogo con el fotógrafo alicantino residente en Zúrich Juan Fabuel, que en ese momento allí exponía y cuyo trabajo le interesa mucho.

Otras obras de la colección

Julian Opie
The Huge plitlevel lobby lead down
Opie / Julian, Siglo XX: arte contemporáneo internacional
La pêche
La pêche
Barceló / Miquel, Siglo XX: arte contemporáneo internacional
Suite Vollard. Estampa n.º 92: Minotauro ciego guiado por una niña en la noche. 1934
Suite Vollard
Picasso / Pablo (Ruiz), Siglo XX: arte contemporáneo internacional
Esther, Lotty, Hannah and Ginny
Esther, Lotty, Hannah and Ginny
Opie / Julian, Siglo XX: arte contemporáneo internacional