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Ficha técnica

Título
Valenciana
Año
1899
Autor
Pinazo Camarlench / Ignacio
Medidas
59 × 41 cm
Material
Óleo sobre tela
Serie
Arte de Entresiglos XIX-XX

El pequeño lienzo de Ignacio Pinazo se presenta con un cierto aire de excepcionalidad dentro de la obra del pintor, que solía abordar los retratos de cuerpo entero en formatos más grandes y que, cuando elegía los del tamaño de la obra que nos ocupa, acostumbraba a disponer en ellos tan solo las cabezas de los modelos. Aparte de esta circunstancia física, y el título con el que se ha catalogado, Valenciana, se constata a primera vista que no es uno de los muchos estudios y composiciones de tipos populares que fue produciendo a la largo de toda su carrera. En primer lugar, porque la fisonomía de la mujer que posa no parece haber sido el producto de la generalización habitual en la representación de los tipos populares. La mujer, quizá en la treintena, esbelta y de ojos oscuros, no corresponde a la imagen ideal de belleza, sino que promueve una fuerte impresión de realidad.

El cuadro contiene el amplio abanico de efectos pictóricos característicos de su autor: la pincelada suelta y ligera, capaz de sugerir la delicada textura del delantal y el pañuelo, los toques oscuros del vestido, ojos y cabello y el vivo cromatismo de las plantas, todo ello combinado con la técnica claroscurista que su autor dominaba. Sin embargo, en Pinazo podemos dar muy pocas cosas por sentadas; en concreto, habría que rectificar el título de este lienzo como Retrato de mujer disfrazada de valenciana, pues es una obra en la cual la modelo posa elegantemente vestida con el traje típico; una obra cuyos escenario, mobiliario y pose tan poco rústicos la delatan como retrato distinguido. La alta sociedad española gustaba de lucir trajes castizos en ciertos momentos, como atestiguan los antecedentes de los retratos de Francisco de Goya a la duquesa de Alba (1797) y a la reina María Luisa (1799) vestidas de majas. Por otra parte, en el carnaval callejero era corriente el disfraz de labrador entre los hombres, como plasmó Pinazo en su célebre composición del Carnaval en la Alameda, y también esta fiesta estaba derivando hacia un divertimento de salón en el cual el traje de valenciana, en su interpretación más suntuosa, podía perfectamente adaptarse.

Así que estaríamos ante la trasposición de la imagen de una mujer proveniente del ámbito urbano al rol de labradora. Un disfraz, como apuntaría el detalle del antifaz que sostiene un tanto lánguidamente en la mano. Pero un disfraz asumido como mecanismo de identificación subjetiva fuera del ambiente festivo, pues la retratada aparece en solitario en el jardín de la casa, sin más elementos alusivos al sentido lúdico del carnaval que el antifaz, lo cual no deja de ser un tanto extravagante en el contexto artístico español y hace que el cuadro resulte más cercano a las connotaciones de un retrato fotográfico que a las de Joven con antifaz de Raimundo de Madrazo. La clave del porqué de este tipo de retrato está en la modelo, cuya identidad desconocemos de momento, y en la suntuosidad del jardín, que nos hace pensar en algunos de los clientes valencianos como los Pampló o los marqueses de Benicarló: la planta que se ve a la izquierda dentro del macetero es la misma que hay detrás de uno de los retratos de la hija de esta familia.

La mujer se presenta sentada sobre el brazo de una fuerte y pesada mecedora, en un estado de equilibrio dinámico que su cuerpo gestiona a la perfección sin ninguna dificultad ni tensión. De hecho, ella cruza una pierna sobre la otra y prescinde de uno de sus pies como punto de apoyo con el suelo. Hay una sensación de movimiento potencial, suave y armonioso, que acompaña el gesto un tanto abstraído de la modelo, un aire de aquí y ahora sugerido gracias a la mecedora, propia de los interiores burgueses que, sin embargo, aparece en la zona exterior de una vivienda. Una escalinata amplia con una baranda muy trabajada, un gran jarrón de piedra, la columna que es visible en la fachada y el cortinaje que viste una ventana son indicios de una rica casa de campo o de una ubicada en la ciudad con un amplio jardín. Constituye un escenario dignificado, de aspiraciones señoriales, que entiende la naturaleza como medio de recrear entornos agradables en los que la vegetación está dispuesta por motivos estéticos.

Otras obras de la colección

Cabeza de moro, Sorolla
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